Mañana es un día menos



La enorme ciudad, de repente, se presenta cerrada ante mí y me doy cuenta de que soy yo quien posee la llave de la jaula en la que la encerró hace ya algún tiempo. Hoy, pocos días antes de abandonarla, me doy cuenta de mi responsabilidad ante la jaula y su presa y sobre todo ante mí. Tres meses van a pasar desde que vine a sobrevivir en esta maqueta gris de cemento y humo. El comienzo fue complicado al sentirme tan vulnerable e insignificante en un mapa que se extendía desde mis pies en todas direcciones y sin saber donde llevaba cada una de ellas, a excepción de las coloridas líneas de un metro kilométrico. Mi paso por esta ciudad siempre se asemejó a la de un busca recompensas, preguntando aquí y allá por lo único que buscaba con un interés específico que apartaba otros caminos a recorrer tal vez en otro momento, pero siempre con sigilo, timidez y no demasiadas esperanzas, pero ese vaivén de dudas me hacía ir de un sitio a otro, platicar con nuevos rostros en nuevos lugares en los que pasar desapercibido. Me sentía animado e inquieto, me sentía vivo. Palabras medidas, actitudes sencillas y conocidxs de gran valor me llevaron a dar con la escondida mina de oro en poco tiempo, sorprendiéndome al descubrir una posible habilidad que desconocía, la de encontrar, por más que cueste, lo que realmente quiero. Con el sitio ubicado, solo era cuestión de tiempo esperar al momento oportuno, que podría ser en cualquier momento. Esa incertidumbre me ha hecho pensar únicamente en ese destino, intentando acelerar la fecha de iniciar el camino deseándola lo más pronto posible. Esto me ha abstraído. Solo caminaba por las cuerdas del tiempo, en una sola dirección, olvidando que las cuerdas del espacio de la red de la que hablaba Kant me podrían permitir caminar y mirar hacia otros lados y descubrir, al fin y al cabo, las oportunidades que se presentaban si yo me presentaba ante ellas. Me refiero, menos metafóricamente, a que he ignorado la ciudad. Es cierto que no podía implicarme en proyectos o comprometerme con algunas personas en hacer algo, menos de una manera continua, puesto que las responsabilidades a asumir podrían verse interrumpidas cualquier día, debiendo responsabilizar a otra persona por circunstancias que únicamente me atañen a mí. No quería eso. No quería asumir cosas que tal vez no podría asumir.


A la vez, sumaba la escusa (porque es de lo que estoy hablando, meras escusas) de que el Distrito Federal no me llamaba a recorrerlo, a conocerlo o explorarlo, decidiendo hacer vida “doméstica”. Y esto me encerró. Encerré la ciudad para que me encerraran las letras, leyendo, estudiando y escribiendo en un pequeño cuarto que me acercaba a mundos desconocidos. Al fin y al cabo, iba así a poder darle una dedicación entera al estudio de lo que realmente me interesaba mientras esperaba que me avisasen de cuál sería la fecha de partida. También por la economía, que al sufrir un duro golpe tendría que reducir gastos severamente, abandonando el entrenamiento apenas iniciado. Mas escusas, únicamente. Y es que olvidé la más importante, aquella que me hizo viajar a tantos sitios respondiendo a un simple “¿y por qué no?”, la misma que me hizo regresar, atravesando el atlántico durante 12 horas. Hablo de  la escusa de ver el día de hoy no como un día más, sino como un día menos. La de ver la vida una cuenta atrás que en cualquier momento nos puede sobrepasar con su rutina, dejándonos arrastrar por un fuerte torbellino de segundos que giran con fuerza y sin sentido en el sentido de las agujas del reloj. Entre el tic y el tac debemos marcar nuestro propio ritmo, bailar nuestra canción, no la del péndulo. Mejor asumir que esa fecha, fecha o cualquier cosa, simplemente vendrá y que hasta ese entonces se debe hacer algo, ya que de otra manera seremos dependientes de circunstancias ajenas, perdiendo el control de nuestro tiempo y espacio, es decir, perdiendo el control de nuestras vidas.

¿Por qué esperar? La espera es pasiva, por lo tanto destructiva. Mejor construir durante el presente, aunque incierto, sin depender de un futuro que inevitablemente, también se presenta como incierto. La calle, la vida de ahí fuera te da posibilidades a cada paso, y al ser ésta una ciudad monstruosamente grande son más los pasos que necesito dar y por lo tanto más las oportunidades que se pueden presentar como tropiezos, charlas, chelas, lecturas, dibujos, paseos, sustos, saludos, fotos, dar voz a los muros y calor a la noche… En definitiva, construir recuerdos, solo o acompañado, pero algo que recordar. Es algo que me ha angustiado, pues en parte es algo irreconocible por mi parte. Sin duda las ideas sobrevuelan y aterrizan como golpes en mi cabeza, sorprendiéndome, ya que después tendré que apagar el fuego de semejante bomba. Pero todo es posible, hasta lo imposible.

Todo esto es fácil de ver cuando convives con alguien que baila a la vida ante el sol y la luna y que cambia su descanso por poder seguir bailando entre sábanas y sueños, también cuando quienes escriben desde la lejanía de la distancia y la cercanía del querer no duda en mi hiperactividad, la que en parte me caracteriza. Como decía, en breve abandonaré el microclima chilango por un pequeño y caluroso pueblo, más tranquilo y humano, pero en cualquier caso, intentaré ocupar cada segundo con un sano estrés propio de las grandes ciudades.
Ante todo lo escrito qué decir. Pues digo ¡carajo! Que hay que moverse también mas allá de las ideas, que sin acción no son más que descargas eléctricas entre neuronas. Que yo también canto “que se muera quien espere” y no me quiero suicidar el ánimo. Por esto tampoco me arrepiento, porque he logrado lo que pensé imposible lograr a miles de kilómetros hace miles de horas. Simplemente, y por eso lo escribo, quiero recordarme la importancia de exprimir la vida, que si no le sacas el jugo solo te conformas con la corteza, sin saber que se esconde dentro, sin conocer la semilla, el renacer. Y es tan simple como eso, hacer de cada despertar un renacer con ilusión por descubrir lo que la vida, desconocida, te depara. Como he leído mientras comía “No debes preocuparte, sino ocuparte”.





1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta lo que escribes,y sobre todo como lo escribes, haces que todo parezca facil.
Transmites muchas sensaciones y toda ellas positivas.
Me alegro que estes alli y me alegro de que te este sirviendo para enriquecerte.
No te niego que te añore, pero como te dije antes, consigues que todo sea mas facil.

Un abrazo y una sonrisa.

Cecilia.

    CONTACTO

    Para contactar, deja tu mail en algún comentario. Yo te mandaré un mail tras borrar tu direccion mail del blog

    Buscar en este blog


    Nos sobran razones

    Nos sobran razones
    Pincha la imagen; escucha el grito

    El viaje de Said

    El viaje de Said
    Pincha y siente olas de sueños, espuma de esperanza