Respeto y Libertad


¿Vegano? ¿Qué es eso? La pregunta se repite en cualquier contexto, y es que son innumerables las ocasiones de nuestro día a día en las que irrumpe el sufrimiento animal y hace que exprese mi abstención a modo muchas veces de página de inicio de un libro hablado. Y es que nuestra rutina se diseña a partir de la cultura y la sociedad de la que somos partícipes, una cultura que contempla a los animales como recursos al servicio del humano. Es por ello que para muchxs, y según el respeto que procesen, resulte triste, radical, estúpido o difícil de creer que alguien sea capaz de cuestionar un estilo de vida y unas prácticas culturales por los animales, porque también resulta sorprendente el que alguien hoy día tenga unos principios y sea consecuente con ellos a pesar de lo que implica. El debate está servido y se prevé una larga conversación precisamente por la radicalidad con la que soy calificado, radicalidad que siento como positiva, porque implica el partir de unos valores y principios que he integrado y son parte de mí, construyéndome y construyendo a partir de ellos. Muy distinto es cuando en lugar de integrarlos lo que se hace es tenerlos en cuenta e intentar compatibilizarlos con mi día a día y la comodidad o incomodidad que se derive, buscando excepciones, escusas o límites que no lleven a conflictuarnos con el sacrificio de algunos placeres o caprichos personales. Es precisamente el sentirme en paz conmigo mismo con lo que pienso y conforme actúo que la exposición de mis ideas no cae en un discurso que derrocha agresividad, intención de convencer o prepotencia, algo que he visto varias veces en algunxs compañerxs veganxs y que a mi modo de ver resulta contradictorio si se pretende que la otra persona comprenda el por qué de esa filosofía de vida, prefiriendo hablar desde la calma y el respeto, también porque si bien la responsabilidad del consumo de ciertos productos es del consumidor, no hay que obviar la influencia cultural que hace integremos actitudes, pautas y conductas especistas, siendo pues vulnerables e inocentes ante ellas. Muchas veces la conversación se torna graciosa, ya que los argumentos de quien consume derivados animales basan sus argumentos y enfocan sus energías en hacerme ver que no soy consecuente, surgiéndome una pregunta: ¿qué es preferible, seguir unos principios e intentar ser lo más consecuente posible con ellos o no tenerlos para evitar que otrxs te tachen de hipócrita? ¿Es entonces preferible ser alguien carente de principios que ser alguien tachado de hipócrita?
Pero no siempre ocurre esto, aunque la responsabilidad del consumo continúa derivándose en todo menos en unx mismx. Se repite y se repite lo que parece un lema aplicable a cualquier situación y al verse acorralado y sin argumentos, propio por cierto de las mentes conservadoras temerosas al riesgo del cambio y su imprevisibilidad: “siempre ha sido así”, “somos así es por naturaleza”, “es inevitable”, “es nuestra cultura”. Más allá de saber que esa información no viene precisamente de mirar ciertos textos de antropología, biología, sociología, historia, ecología… y que parece que ni hace falta mirar por poseer un autoconvencimiento que peca de ignorante, decir que afortunadamente esos lemas, por cierto vertidos a la mayoría dominante desde las élites del poder para hacer prevalecer sus privilegios y control, son cuestionados por minorías sociales que por no asumir lo que viene dado permiten que hoy día se pueda seguir haciendo historia, la cual se construye a base de cuestionamientos, choques y enfrentamientos, la mayoría de veces viles y bélicos, sacrificándose libertades, vidas, familias, proyectos, ilusiones, relaciones, comodidades… comodidades, de nuevo este concepto. Curioso ver que hay quienes sacrifican todo esto por luchar en lo que creen, sin saber a ciencia cierta si lograrán o no lo que pretenden mientras que son muchxs quienes no son capaces se sacrificar el sabor del queso, comprar ese bolso o chupa de cuero, esos guantes forrados por dentro con pelo natural, esa marca de champú o maquillaje, esa borrachera en la plaza de toros, esa visita al zoo o al circo, esa tapita en el bar… todo ello banalidades al ser comparadas.
Pero lo trágico no reside en esto, lo trágico es lo que hay detrás de este tipo de cosas que son tan insignificantes para nosotros y que en cambio son tan aterradoras para quienes tienen que sufrir para nuestro disfrute. Se trata de vidas enteras encerradas en minúsculas jaulas, padeciendo ser tratados como objetos destinados a investigar el nivel de dolor, irritación, corrosividad, toxicidad, a ser tratados como juguetes destinados a divertir a otros una hora al día, la única hora que no estará enjaulado o con una cadena ni sometido al castigo o la tortura, a ser objeto de burla, humillación, tortura y asesinato todo ello disfrazado como arte, a pasar una vida inmovilizado para mas tarde ser descuartizado y degustado, convirtiendo ese olor a cadáver en el aroma del plato a saborear…
Y es que para que exista ese instante, esos segundos placenteros para nosotros, en necesario sacrificar o condenar toda una vida. Unos segundos, por una vida… sin responsabilidad alguna por ello…

No nos dan otra opción


Sun Tzu, en “El arte de la Guerra”:
"No presiones al enemigo hasta acorralarlo. Cuando las bestias salvajes están
acorraladas luchan con desesperación. ¡Cuánto mas cierto es esto de los
hombres! Si saben que no tienen opción se batirán hasta la muerte".

Veo las noticias en televisión y el hecho de saber de que aparece una ínfima parte de la realidad vulnerable en la que nos vemos obligados a vivir despierta en mí un estado que me gustaría saber si tiene concepto o expresión que alcance a definirlo. Los palestinos hablaban de la Justa Ira, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional de la Digna Rabia... y creo que sus ideas son inspiradoras.
Continuando la reflexión que traigo en tanto a partir del presente para generar ideas, propuestas, acciones... y respecto a la noticia de constituir como delito agravante, entre otras cosas, el hecho de ocultar el rostro como dato identificativo en marchas o protestas sociales, me gustaría compartir una predicción quizás aconsejable. 

La represión legislativa empieza a definirse conceptualmente las prácticas violentas que gobiernos totalitarios han desarrollado, tanto en el Estado español como en otros que se han presentado como democráticos aun sin serlo, dando un respaldo jurídico a dichas acciones con tal de no ser tachados de arbitrarios, antidemocráticos o autoritarios. Yo en cambio pienso que lo que hacen precisamente es reforzar esta posible visión de su política de interior. Si bien antes la arbitrariedad por los distintos cuerpos de seguridad del Estado (policía, guardia civil, ejército, juzgados y tribunales...) respondía más bien a cuestiones emocionales, vivenciales, ideológicas, contextuales... y se ejercía desde la individualidad, ahora sufren una normalización y regularización, es decir, la excepción de la arbitrariedad se convierte en norma precisamente para no ser tachados de arbitrarios. Sin duda se trata de una buena estrategia al contar con unos medios de comunicación que eufemizan conceptos claves que chirrían con los principios, relegados al final, de la democracia que a ello ampara mientras que a otros nos condena. Pasamos pues a una política de control social totalitaria que emplea la violencia (física, psicológica, institucional, estructural, informativa) como medio para obtener un fin, comprimir la paz social, llevándonos a una claustrofobia amparada en nuestra “seguridad” que empieza a asfixiarnos, buscando cualquier grieta posible para combustionar nuestra rabia al entrar en contacto con el oxígeno de la realidad, recordando esa cita digna de muros que es “SI QUIEREN EXPLOTADOS, EXPLOTAREMOS”.

Deciden pues aplicar medidas a corto plazo, siguiendo la estrategia del miedo y de la acción-reacción, sin vislumbrar lo que presumiblemente de acontece y cuya lógica a mí me parece un tanto aplastante: Si vuelven al empleo de la violencia, simbólica y explícita, la respuesta social será violenta. Si empiezan a condenar, penalizar y encarcelar las pocas vías que la sociedad utiliza para expresar su malestar y descontento, ésta buscará y creará sus propias vías sin contemplar la aprobación de un Estado que abandona el discurso de castigar la metodología de la protesta y lucha social para castigarla por el mero hecho de existir. Ante el riesgo que esto engendra se requerirá de una mayor capacidad organizativa, esto es que la rabia será organizada, siendo consciente de la facilidad que en ese supuesto tendrá no solo de manifestarse, sino también de causar daño. Hablo de la clandestinidad. Al partir de que se será castigado, la desproporcionalidad de su aplicación hace que se decida emprender una acción que se considere proporcional al castigo a recibir. Es decir, que si me juego la libertad y la posibilidad de ir a la cárcel por resistir pacíficamente ante el desalojo de una plaza pública tras una marcha pacífica y autorizada por el gobierno, mejor me organizo para quemar un par de patrullas policiales, ya que la exposición al peligro será menor al tratarse de una acción organizada en la que yo elijo el momento y otros aspectos de la acción, las consecuencias penales serán muy semejantes y el hecho de ser yo el que causa el daño y no el que lo padece, un daño tangible, calculable, material... me acerca a un espectro más terrenal de la utopía por la que lucho, compensando la distancia entre esas dos dimensiones.

Estamos empezando a ser conscientes del agotamiento de maneras en las que podemos participar de la política, la sociedad, la comunicación y demás ámbitos que nos afectan directa e indirectamente, y hay quienes también se empiezan a agotar en la búsqueda de lineas de actuación no violentas y quizás mas eficaces, invirtiendo su energía en liberar y liberarse de aquello que sienten les oprime como personas.

Creo que es importante comprender con esto que explico ciertas expresiones que pueden o no responder a nuestra percepción de lo correcto o lo incorrecto e intentar no caer en juicios de valor que nos convierten en los jueves y medios de comunicación que repudiamos por criminalizar las consecuencias de las causas que provocan y por hacer hincapié en el continente y no en el contenido, fomentando el tipo de sociedad que pretenden, una sociedad donde el civismo y la ciudadanía se evalúa como positiva cuantxs mas policías, chivatxs, esquiroles y sumisxs haya, sintiéndose orgullosxs por ello.
 


Del cielo nos expulsaron, en el infierno nos temen.


Retomo el sonido del tecleo después de largo tiempo sin escribir bajo el seudónimo de un paso tras otro en dirección a quien sabe dónde, pero queriendo me lean quienes alguna vez, además de leerme, me han querido.

A la tarde de hoy, mientras escribía lineas con la única pretensión de rellenar un documento que rellene las glorias de una Universidad rellena de vacíos, escuchaba en Radio Ela (www.radioela.org) acerca de la detención de una sindicalista, Laura, que, además del mes en prisión, se enfrenta a una acusación de 36 años por quemar una caja de cartón frente a la puerta de un banco (http://laurallibertat.wordpress.com/). Más allá del hecho en sí, abogando personalmente por la quema completa del banco, prefiero referirme a lo que nos hacen sentir este tipo de situaciones, las cuales empiezan a dibujar la rutina de cada día a pesar de desconocer la inmensa mayoría de ellas. Durante la entrevista, la rabia de las palabras se sobreponía a las emociones que recogía un micrófono inventado solo para percibir sonidos. Desidia e impotencia se activaron rápidamente en mí, encontrando fácilmente el cráter por el que arrojar toda la ira candente de una tristeza que empieza a ensombrecer la ilusión y deja un olor a azufre al que empezamos a acostumbrarnos. El debate nocturno con algunos familiares acerca de la especial situación del país era vibrante, segregando una adrenalina que se regaba por mi al sentir que lo que decía era comprendido, compartido e incluso reforzado. Pero esta droga natural no me quitaba el mono. Sentía que buscarme evadirme, me estaba engañando a mí mismo. Y es que lo de echar balones fuera no basta (http://www.youtube.com/watch?v=YgXk2wJEDwE). Charlar acerca de lo que pensamos, analizar nuestra vida, nuestro mundo, compartir lo que sentimos, nos hace ver que tenemos sed, pero no llegamos a hacer nada por saciarla y apretando el vaso con todas nuestras fuerzas no logrará mas que estalle en nuestras manos. Es en lo que parece que nos enfrascamos. Siento que nos vaciamos y centramos en la queja y en lo que consideramos que debe cambiar. De esta manera no solo todo seguirá igual, sino que iremos convirtiéndonos en seres cada vez más frustrados, pesimistas, desconfiados y recelosos. La sed no solo no se sacia, sino que avanza.

El triunfo del movimiento 15M siento que reside, entre otras cosas, en que ha sido capaz de hacernos ver que tenemos un gran potencial humano y animal que han pretendido ignoremos y atrofiemos, generando alternativas y nuevas ideas, despertando nuestra creatividad. Es a lo que apelo y lo que después de tanto rollo quiero transmitiros con este texto, pretendido como íntimo.

Me gustaría compartir con todas vosotras sueños, ilusiones, esperanzas, conspiraciones, acciones, creaciones y destrucciones, pero para eso debemos dejar de seguir convenciéndonos de algo que no solo sabemos, sino que experimentamos. Creo que ya podemos asumir que el presente que nos ahoga es una mierda y los poderosos quienes defecan sobre él. Propongo que partamos de esto para empezar a charlar sobre qué hacer respecto a ello. ¿Por qué no atrevernos? Un tipo dijo que nuestra generación no ha sido educada para responder a la violencia (no solo física), por lo que no sabemos qué hacer aparte de recibir miseria, precariedad, hostias y autoritarismo. Quizá sería sobre esto sobre lo que deberíamos empezar a emparanoyarnos. Quizá podríamos probar a iniciar las frases con un “Yo podría...” incluyendo en ese Yo a quienes sean de alguna u otra manera parte de mi, parte de ese Yo. Pero, ¿y el hacerlo? La adrenalina y complicidad de la trama, ese miedo a la ley que la prensa infunda e inyecta que se esfuma al refugiarte en una burlona mascara, unos gritos imposibles de callar, una noche que te recibe en silencio, el inolvidable olor de la pintura que viste al desnudo muro, el cansancio que te abre la cama, las llamas a la vuelta de una esquina que se aleja tan veloz como tu aliento...
Carteles, panfletos, abrazos, pintadas, jornadas, sonrisas, incendios, encuentros, plantillas, boikots, escritos, pegatinas, sabotajes, reuniones, cartas a presxs, estallidos, manifas... hay demasiadas maneras de ir liberando ese Yo, que en verdad es un Nosotras, demasiadas maneras de acelerar un corazón que nos recuerda que estamos vivas y que busca un infarto para valorar la brevedad de la vida y la inmortalidad de la historia.

Atrevámonos a abrir la puerta que nos sirve como respaldo ahora que aun seguimos en pié, y venzamos el miedo a ese cambio que tanto deseamos.
Quizá debamos empezar a asumir los riesgos, dudas e incertidumbres de lo que desconocemos tanto como anhelamos. Quizá debamos tomar responsabilidades en todo este asunto. Quizás... la respuesta se encuentre en la calle, en posicionarnos, en transformarnos en sonámbulos que sueñan mientras recorren el mundo sin saber muy bien hacia donde van esos pasos que dibujan nuestro camino.

Cinco segundos

Cinco segundos. Es el tiempo que tarda la ilusión en desvanecerse del rostro tras un hecho en concreto. Los tres primeros convierten el arco de los labios o sonrisa en un segmento horizontal. Los dos restantes alisan la frente hasta dejar las cejas relajadas, como el resto de la cara. Cinco segundos.
El problema es lo que deviene por dentro, aquello que reflejan los músculos faciales. Se produce una especie de silencio conmovedor. La mente se queda en blanco, pero la vulnerabilidad que siente hace que intente aferrarse a alguna idea, la primera que pase, para poder suspirar, descargar esa tensión como soplido. Y la idea llega. Según ésta sea se puede percibir cual es la actitud de quien se desilusiona ante el desbarajuste de emociones. Se muestra in situ el optimismo o pesimismo, ya ésta repentina idea no es creada por la razón, sino lanzada por la emoción vertida del momento. Por eso no importa demasiado la primera respuesta que te puedas dar, menos aún cuando no es grata. Puedes volver a suspirar, relajarte, pensar… Entonces, la caída libre sentida parece que se va frenando y el aterrizaje no tiene por qué ser demoledor. Quizás todo quede en poner los pies sobre el suelo, aunque el ánimo sientas que continúa cayendo en picado, atravesando las capas del subsuelo y de tu persona.

Y empieza el cuestionario, cuyas preguntas casi prefieres te las dé el horóscopo de las últimas páginas de la guía de televisión, ya que las preguntas se te hacen tan impertinentes como difíciles de contestar y porque la credibilidad que buscas es tan risoria que, de lo que pueda decirte, lo malo es fácilmente desechable y lo menos malo quizás te haga sonreír al ver el ridículo que estás haciendo al leer esos párrafos.
Pero llega la respuesta de las respuestas. La que sin decir nada te lo dice todo y te coloca en una posición de indefensión y vulnerabilidad plena que asusta en un primer momento: el tiempo decidirá… El tiempo… Menudo cabrón. ¿Qué hay que hacer entonces? ¿Esperar? ¿Esperar al tiempo? Demasiado tiempo lleva el tiempo pisándome los talones. Mejor darle la espalda y desviar la mirada fija en él hacia aquello que pueda disfrutar por cuenta propia, crearlo, sentirlo, vivirlo. Estoy seguro de que cuando de repente vuelva a mirarle, a preguntarle, será él quien esté con la mirada fija en mí, esperandome para dar respuesta a una pregunta que tantos días me hago, le hago.

Mientras tanto, el balancín de la ilusión compartida seguirá haciendo subir y bajar a sus extremos, aunque dudo mucho que lo disfruten como un juego, ya que este vaivén les marea y angustia demasiado, pues lo que pretenden precisamente es compartir el equilibrio del centro, de la unión, de dejar las distancias de un extremo respecto al otro. Pero a veces los recuerdos hacen que te repliegues atrás. Te dan la seguridad de la experiencia, haya sido ésta buena o mala, haciendo que te aferres al asiento de tu extremo, es decir, aferrándote a tu distancia. Mientras, el otro extremo deberá estar a la expectativa de quien tiene enfrente, lejos, pero en frente. Sabe que precipitarse puede ser fatal para los dos y este miedo también hace que el avance hacia el punto de encuentro, hacia ese equilibrio, sea dudoso, precavido. El problema es que se busca apoyo en la mirada de su acompañante, allá, y la distancia hace que a veces se pierda esta mirada (el tacto ya se perdió…) y la increíble fuerza que posee. Pero ¿cómo no perder la mirada y con ella el equilibrio? ¿Cómo no mirar a otro lado y no hacia un horizonte nebuloso e infinito? El alrededor está vivo, más allá del balanceo, y su cercanía roba la atención mantenida en la lejanía, mucho más intangible, insensible e incierta que aquello que sientes tan cercano por el único hecho de estar ahí.

En qué acabará esto… El tiempo sé que ahora me está clavando la mirada con una sonrisa burlona porque sabe que a pesar de que intento ignorarlo vomitando algunas emociones, debido al mareo de tanto balancín, él sabe que no lo consigo. Sabe que no aunque de reojo, no le pierdo detalle y que le imploraría acelerarlo todo, aunque todo lo pierda, por conseguir una respuesta que parece espesar el tic tac del reloj. Pero pienso, y sé, que aunque decidiese complacerme, ni él mismo podría adelantar ritmo alguno. Sólo queda consolarse entonces: será cuestión de esperar viviendo, y no de vivir en espera, para un día darse cuenta de que no solo tienes la respuesta, sino que ya hiciste algo al respecto. Es igual que con el amor, que para cuando te das cuenta de que estás enamorado, llevas ya un tiempo teniendo en la cara, cuando la piensas, esa sonrisa que tarda tan solo cinco segundos en desaparecer.

Bonita enfermedad...

Mañana extraña, afortunadamente inusual. El camino se inicia al ir a dormir, donde empiezan las preguntas más importantes, aquellas que no tienen respuesta. Cuesta tanto dormir como despertar: Las preguntas y la luz que abre la mañana sustituyen a un despertador que parece que hoy se retrasa. Lo cierto es que hay vacilaciones, pero la idea de no ir pesaría sobre la conciencia, de hecho las vacilaciones empiezan a ser dañinas, asique en marcha, dejando la puerta atrás. La sonrisa la olvidé en la mesita de noche, aunque por el momento no la echo de menos y creo que no la necesitaré. Las prisas marcan el ritmo de mis pasos, que se impacientan entre ellos en un continuo esperar al de adelante. Próximo, me calmo. Consigo ver a la gente que esa mañana ha cambiado sus planes por lo mismo que yo: una compañera empieza hoy un proceso judicial contra ella, donde habrá quienes pretenden hacer de ella la protagonista. Ignorantes… ella solo es una cara visible que el infortunio ha dejado que conozcan seres sedientos de una venganza infantil, banal, pero revestida de la autoridad que representan sus togas, sus mesas, micrófonos y posiciones en ese famélico escenario donde la justicia aparece como una “Barbie” cegada y con balanza. La protagonista no es ella, sino su deseo de libertad, su amor a la libertad, algo que incapaces de comprender, sentir, pretenden condenar, encerrar, caducar; hacernos creer a todas quienes compartimos este sentir que se trata de algo ilógico de amar ya que, aunque constantemente lo intenten (y a veces lo consigan con burdas imitaciones), no es algo capaz de convertir en un producto de mercado, no se puede especular con él. Pero saben que pueden chantajear con él, iniciando entonces este juicio como tantos otros.
Hoy juzgan su determinación, su decisión, su intención y más que nada su ejemplo de acción.
Habrá quien comparta y apoye el hecho en sí, habrá incluso quien lo condene tanto como a su autora y a pesar de ello se continúe considerando “compañerxs”, pero más allá de estúpidos debates de vacía resolución, lo que hay que reconocer es la dignidad de quien arriesga su libertad por la denuncia del robo y asesinato de la libertad de otrxs, de quien expropia un instante de la violencia omnipresente de este sistema para arrojarlo contra éste, porque es tal el desprecio a la violencia, con la que nos hacen vivir, sobrevivir, y es tanta la fuerza que dicha violencia determina nuestro quehacer cotidiano, que hay a quien solo le queda ésta para hacerle frente al mundo, para liberar toda aquella que le han inyectado desde posiblemente antes del primer llanto que le llevó a la vida.
El espectáculo ha comenzado. Y aunque la “enferma” ya tenga un diagnóstico desde la sala de espera, no está sola. Somos demasiadas las enfermas de este sistema que empezamos a presentar síntomas graves, sufriendo ataques de autoliberación y lo que más miedo les da a estos doctores y causantes del sutil genocidio legal, empezamos a contagiar este virus a nuestro alrededor con el mismo orgullo y naturalidad con que lo vivimos, siendo ésta la gran amenaza de su sana maldad y ambición.

TAMARA ABSOLUCIÓN
La solidaridad es nuestra mejor arma y no podrán arrebatárnosla.
http://tamaraalacalle.blogspot.com/

De regreso, de revuelta

Difícil o raro, quizás ambas, pero desde luego no resulta indiferente volver a escribir en este blog. Menos aun cuando es una persona, querida y sentida, la que hace recuerde aquellos ratos frente a un teclado y pantalla luminosos vertiendo textos que acompañaban nuevas toxinas por la sangre, nuevos remolinos internos, ingobernables.
Escribir no sé para qué o quién, supongo para ella, para ellas, para mí. Al fin y al cabo, todo viene a ser lo mismo, venimos a ser lo mismo.

De repente por mis dedos empiezan a agolparse pensares y sentires que parece desean plasmarse en palabras, aunque parecen no saber escogerlas, quizás porque no las haya capaces de expresar lo que pretende arrojarse de un trampolín donde el chapuzón contra la realidad hará salpicar ideas y emociones ácidas, corrosivas, pretendiendo llegar a lo interno, a través de heridas, si es necesario.

Parece que mantengo la línea que dio vida a este espacio de caracteres gráficos abstractos: no dejar indiferente ni a quien escribe ni a quien lee.

Lo bonito es ver que no soy la única.
http://anarcofeminista.blogspot.com/

Fuerza, furia, fuego y fiebre


Hay que ser previsible. Cuando el lobo empieza a hacerse grande, la piel del cordero va dejando entrever las orejas y garras del carnívoro.

Hablan de un posible contagio de la crisis y revuelta griega hacia España, como si se tratase de un mal, de una mera enfermedad. No, no lo es. Esa enfermedad se llama justicia social. Cuando el mercado capitalista se autodestruye (la avaricia rompe el saco) exige un respaldo económico a los gobiernos de los que anteriormente han intentado zafarse para expandir su poder. Y claro, como buenas mascotas, obedecen. El problema o epidemia es cuando la población, de cuyos salarios y recortes públicos obtendrán dicho respaldo, no son tan obedientes y deciden, además de despotricar sobre los políticos, echarse a las calles y hacerse oír como buenamente puedan, siendo la violencia la expresión más clara, directa y sincera de los sentimientos que afligen a la población que ve como el mercado y su gobierno atacan sus bolsillos (lástima que les duela más que el ataque a su dignidad…) cuando han trabajado toda su vida parcial o completamente como esclavos.

España pasará a ser un país con deuda externa, aunque no se presente tan abiertamente debido a la relación que ello tiene con países no pobres, sino empobrecidos. Pero, ¿no es ese el destino al que nos lleva la corriente financiera neoliberalista? El fondo que recibirá será del valor del 72% del PIB y se deben añadir los intereses que se irán acumulando. La concesión del préstamo a manos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Central Europeo (BCE) se concede con unas condiciones estrictas de recortes del gasto público, que supone el 60% del PIB, y una gran inversión en la economía privada que beneficiará a las empresas que ellos decidan y que serán, en su mayoría, de países extranjeros, por lo que la riqueza nacional se exportará, empobreciendo al país. Es decir, si tengo que recortar gasto público y fomentar la empresa privada, ¿qué mejor que privatizar el sector público? Se harán por lo tanto más inaccesible el acceso a servicios “básicos” (educación, sanidad, agua, luz,…) y se recortarán derechos colectivos e individuales para rebajar costes y erradicar cuanto antes posibles reacciones sociales.

La reunión con los sindicatos mayoritarios al servicio del gobierno por la dependencia económica no se hace esperar. Mañana mismo UGT y CCOO, sindicatos que por años están traicionando y dividiendo a los trabajadores dándoles órdenes de comportamientos dóciles e intentando presentar una imagen combativa, de lucha y sacrificio, revestida de miles y miles de banderitas de color rojo (la revolución del color, la única) ante los medios de comunicación, su mejor y única arma, o eso creen, pues estos también están al servicio del poder. Por lo tanto, nada de nada. Seguramente es esta reunión se les indique que deberán tener tranquilos a sus trabajadorxs o tendrán serias consecuencias, que únicamente opten por el diálogo y  movilizaciones pacíficas o les serán denegados sus privilegios pudiendo volcarse la represión también sobre ellos.

Todo esto indica, como es fácil ver, un creciente autoritarismo en nombre del progreso económico, del desarrollo tecnológico y social, y esto provocará una mayor ira en la población. Pero es obvio, ya que se endurece la dialéctica del sistema, la dialéctica del odio. En la dialéctica social entre la población y el sistema junto con sus defensores (empresarios, policía, sistema judicial, políticos, sindicatos…) la población recibe continuamente agresividad a través de la competitividad, la represión, la explotación, el hacinamiento urbano, la desvinculación con la naturaleza, la publicidad, los miedos, un ritmo acelerado de la rutina, el arrebatamiento de la posibilidad de expresarse, la criminalización, la institucionalización de toda esfera, la refrenada espontaneidad, la moral, mala alimentación, la importancia de la apariencia…Esta agresividad, que se acumula poco a poco en las personas, es necesaria expresarla de algún modo porque sino puede causar problemas psicológicos, siendo el incremento de suicidios en países ricos la manera más fácil de observar esto. Esta agresividad no es cuestionada, y al desconocer su origen se dirige sin sentido hacia cualquier cosa. Se evade o se libera poco a poco, por lo que es uno mismo y el entorno más cercano el que suele ser el receptor de ella: maltrato hacia algún amigo o miembro de la familia, drogas, desconfianza y odio irracional, conducción a gran velocidad, sexo… son algunas vías de escape que junto con el amortiguador del estado del bienestar se contenta en algún sentido al pueblo explotado y se evita su insurrección.

Pero a veces esto no es suficiente, y es entonces cuando en una sociedad individualista donde lo único vinculante con el resto de personas es la situación de precariedad como consecuencia a una situación política, se crea una identidad de precario que, si se explota correctamente, puede desencadenar la unión y organización del pueblo. Y puesto que esta precariedad se debe a una situación política, la lucha será política. Como esto es lo que más teme el sistema, éste intentará introducir partidos políticos que dirijan esas luchas para evitar posibles cuestionamientos radicales. Imagino un “diálogo” entre dos políticos que, hablando de política (o su percepción de ella) echan la culpa uno al partido gobernante y el otro al partido de la anterior gubernatura. Es como una pelea de perros. Ellos pelearán, mientras el público, enérgico, babeando y con más furia que los propios perros, desean que pierda el perro por el que no apostaron. Mientras, el organizador de la pelea, ajeno a todo aquello, sonríe levemente al ver el triunfo del evento y los beneficios que obtendrá, planeando una nueva pelea para el siguiente fin de semana. Es esto lo que ocurre. La gente identifica como enemigo al partido del que desconfía en un intento de dar respuesta a una pregunta equivocada ya que, por miedo, nunca se ha planteado seriamente las cosas, es decir, nunca se ha planteado algo que implique algún tipo de sacrificio.
Mientras, el sistema capitalista escapa a toda crítica, ni siquiera se le piensa, perpetuándose esa división que evita se le haga frente y pueda ser destruido. Sin duda es una estrategia muy inteligente y eficaz en cuanto a la gente no identifica al gobierno como mero títere del mercado global y ve en él una senda de cambio y prosperidad.

Este ideario desprende un futuro inexistente. No porque realmente no vaya a suceder así, me refiero a que es un futuro inexistente porque no se trata del futuro, sino del presente. Embargos, despidos, aumentos de la violencia y la delincuencia, reformas laborales, recortes del presupuesto público, mayor sensacionalismo en los medios, permanente sentido de alerta, mayor numero de presxs y mayor necesidad de policías y agentes de la autoridad, radicalización de las protestas, criminalización, ilegalización y juicio a movimientos de base, sus medios y representantes, gran empeoramiento de las condiciones laborales...
Cierto es que la crítica sin la alternativa evade toda responsabilidad, y partiendo de que si una persona es capaz, supuestamente, de gobernar a varias, pienso que somos capaces de gobernarnos a nosotrxs mismxs, desde una concepción plenamente horizontal de las personas, tanto a título individual como colectivo, sabiendo responder también por la comunidad, de la que eres parte, repercutiendo sobre ella y sobre ti cualquier acción. El contacto con la naturaleza será directo, desechando el actual sistema de producción industrial, que debe ser destruido en su totalidad. Es cuestión de vida sencilla donde el mayor deseo sea, sencillamente, ser feliz. Lo cierto es que es algo que no quiero escribir, me resulta difícil, lo siento demasiado fuerte como para estructurarlo. Y el hecho de que se exponga a crítica la semántica y no lo que realmente quiero decir me revienta. Asique mejor se charla.

 Deseo con todas mis ganas que esa fiebre tan álgida en Grecia llegue a España para así acabar con el virus que realmente nos está destruyendo.

Tal vez el calor del fuego ayude a que suba el calor de nuestra sangre.

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