Dados y dudas


Es curioso, pero este viaje que aun no me ha llevado a ninguna parte ya ha comenzado. Creo que comenzó en un avión de vuelta a Madrid, en sus terribles asientos desde los que pude ver Indiana Jones en alemán. Creo que fue ahí cuando sentí que ese vuelo volvería a repetirse pero en sentido contrario al darme cuenta de todo aquello que las circunstancias me hicieron descubrir pero no poder conocer. A partir de ese día comenzó este viaje que aun no me ha llevado a ninguna parte.

Los preparativos llegarán, al igual que las prisas y los olvidos. La gente sabe de mi intención, creo que ese fue el segundo paso hasta allá. Hablar de mi propuesta personal para un mayor compromiso propio y así, en caso de no realizar finalmente este viaje, torturarme con las palabras que expliquen por qué se truncó mi viaje. He de reconocer que será allí cuando vea mi sueño cumplido, cuando desde el trampolín me haya lanzado a esa piscina de fuego cuyo humo me impide ver con claridad. Antes no puedo asegurarme nada. Tengo miedo a que ciertas personas utilicen su sucio poder para sabotearme mas allá de mi día a día, como intentan y en ocasiones logran hacer, o para infectar mis sueños en nombre, paradójicamente, de la justicia y la libertad. En ese caso, mis sueños se dirigirán enteramente hacia ellos y no me resignaré. Pero también tengo otros miedos, o dudas (aunque sea un eufemismo): fechas de vuelo, de permanencia, destinos, gentes, gastos, cultura, mas dudas, estancias, nostalgias, descubrimientos... El itinerario de viaje no hace mas que cambiar, parece que solo tengo claro el país (México) y el mes (noviembre).

Tal vez escriba hoy porque me he despedido de alguien importante para mi, tal vez porque hoy leí otro blog o tal vez porque no tenía nada que hacer. No es la primera despedida, tampoco la primera despedida importante. Me ha encantado ver la ausencia de ese invisible fondo melancólico que en estas ocasiones suele aparecer. No siento que sean despedidas, por el contrario, siento que se firma una especie de contrato sin palabras en el que ambas partes pactan el seguir estando ahí, la una para la otra, siendo capaces de superar la distancia la cual separará a las partes firmantes. Estoy seguro de que eso no me ocurrirá en todas las despedidas, de hecho, estoy seguro de que habrá quien me despreocupe no haberme despedido, aunque también haya de quien no pueda despedirme como hubiese querido. Y es que las despedidas no han de saber amargas, al contrario, de cuantas mas personas te despidas más tendrás luego para contar y que te cuenten, creando esa ocasión con la excusa de tu vuelta, en este caso la mía. 

Faltan dos meses para mi marcha y de cara al calendario se me hace un tiempo extenso, pero de cara a lo que allí busco se me hace interminable, más cuando no estoy seguro de poder aprovechar al máximo los últimas días en esta tierra. A vivir, a eso es a lo que voy allí. No quiero atarme a horarios, salarios, profesores o lugares. Aprender es lo que quiero y eso lo aporta el día a día, no las ataduras. Por eso quiero decidir allí cual será mi rutina y espero que la inunden espacios con sillas colocadas en círculo en las cuales cada voz no sea ni mas ni menos que la anterior o la próxima. De esas asambleas es de las que quiero aprender porque creo que es ahí donde se aprende y educa y no donde se memoriza o se instruye.

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