Fuerza, furia, fuego y fiebre


Hay que ser previsible. Cuando el lobo empieza a hacerse grande, la piel del cordero va dejando entrever las orejas y garras del carnívoro.

Hablan de un posible contagio de la crisis y revuelta griega hacia España, como si se tratase de un mal, de una mera enfermedad. No, no lo es. Esa enfermedad se llama justicia social. Cuando el mercado capitalista se autodestruye (la avaricia rompe el saco) exige un respaldo económico a los gobiernos de los que anteriormente han intentado zafarse para expandir su poder. Y claro, como buenas mascotas, obedecen. El problema o epidemia es cuando la población, de cuyos salarios y recortes públicos obtendrán dicho respaldo, no son tan obedientes y deciden, además de despotricar sobre los políticos, echarse a las calles y hacerse oír como buenamente puedan, siendo la violencia la expresión más clara, directa y sincera de los sentimientos que afligen a la población que ve como el mercado y su gobierno atacan sus bolsillos (lástima que les duela más que el ataque a su dignidad…) cuando han trabajado toda su vida parcial o completamente como esclavos.

España pasará a ser un país con deuda externa, aunque no se presente tan abiertamente debido a la relación que ello tiene con países no pobres, sino empobrecidos. Pero, ¿no es ese el destino al que nos lleva la corriente financiera neoliberalista? El fondo que recibirá será del valor del 72% del PIB y se deben añadir los intereses que se irán acumulando. La concesión del préstamo a manos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Central Europeo (BCE) se concede con unas condiciones estrictas de recortes del gasto público, que supone el 60% del PIB, y una gran inversión en la economía privada que beneficiará a las empresas que ellos decidan y que serán, en su mayoría, de países extranjeros, por lo que la riqueza nacional se exportará, empobreciendo al país. Es decir, si tengo que recortar gasto público y fomentar la empresa privada, ¿qué mejor que privatizar el sector público? Se harán por lo tanto más inaccesible el acceso a servicios “básicos” (educación, sanidad, agua, luz,…) y se recortarán derechos colectivos e individuales para rebajar costes y erradicar cuanto antes posibles reacciones sociales.

La reunión con los sindicatos mayoritarios al servicio del gobierno por la dependencia económica no se hace esperar. Mañana mismo UGT y CCOO, sindicatos que por años están traicionando y dividiendo a los trabajadores dándoles órdenes de comportamientos dóciles e intentando presentar una imagen combativa, de lucha y sacrificio, revestida de miles y miles de banderitas de color rojo (la revolución del color, la única) ante los medios de comunicación, su mejor y única arma, o eso creen, pues estos también están al servicio del poder. Por lo tanto, nada de nada. Seguramente es esta reunión se les indique que deberán tener tranquilos a sus trabajadorxs o tendrán serias consecuencias, que únicamente opten por el diálogo y  movilizaciones pacíficas o les serán denegados sus privilegios pudiendo volcarse la represión también sobre ellos.

Todo esto indica, como es fácil ver, un creciente autoritarismo en nombre del progreso económico, del desarrollo tecnológico y social, y esto provocará una mayor ira en la población. Pero es obvio, ya que se endurece la dialéctica del sistema, la dialéctica del odio. En la dialéctica social entre la población y el sistema junto con sus defensores (empresarios, policía, sistema judicial, políticos, sindicatos…) la población recibe continuamente agresividad a través de la competitividad, la represión, la explotación, el hacinamiento urbano, la desvinculación con la naturaleza, la publicidad, los miedos, un ritmo acelerado de la rutina, el arrebatamiento de la posibilidad de expresarse, la criminalización, la institucionalización de toda esfera, la refrenada espontaneidad, la moral, mala alimentación, la importancia de la apariencia…Esta agresividad, que se acumula poco a poco en las personas, es necesaria expresarla de algún modo porque sino puede causar problemas psicológicos, siendo el incremento de suicidios en países ricos la manera más fácil de observar esto. Esta agresividad no es cuestionada, y al desconocer su origen se dirige sin sentido hacia cualquier cosa. Se evade o se libera poco a poco, por lo que es uno mismo y el entorno más cercano el que suele ser el receptor de ella: maltrato hacia algún amigo o miembro de la familia, drogas, desconfianza y odio irracional, conducción a gran velocidad, sexo… son algunas vías de escape que junto con el amortiguador del estado del bienestar se contenta en algún sentido al pueblo explotado y se evita su insurrección.

Pero a veces esto no es suficiente, y es entonces cuando en una sociedad individualista donde lo único vinculante con el resto de personas es la situación de precariedad como consecuencia a una situación política, se crea una identidad de precario que, si se explota correctamente, puede desencadenar la unión y organización del pueblo. Y puesto que esta precariedad se debe a una situación política, la lucha será política. Como esto es lo que más teme el sistema, éste intentará introducir partidos políticos que dirijan esas luchas para evitar posibles cuestionamientos radicales. Imagino un “diálogo” entre dos políticos que, hablando de política (o su percepción de ella) echan la culpa uno al partido gobernante y el otro al partido de la anterior gubernatura. Es como una pelea de perros. Ellos pelearán, mientras el público, enérgico, babeando y con más furia que los propios perros, desean que pierda el perro por el que no apostaron. Mientras, el organizador de la pelea, ajeno a todo aquello, sonríe levemente al ver el triunfo del evento y los beneficios que obtendrá, planeando una nueva pelea para el siguiente fin de semana. Es esto lo que ocurre. La gente identifica como enemigo al partido del que desconfía en un intento de dar respuesta a una pregunta equivocada ya que, por miedo, nunca se ha planteado seriamente las cosas, es decir, nunca se ha planteado algo que implique algún tipo de sacrificio.
Mientras, el sistema capitalista escapa a toda crítica, ni siquiera se le piensa, perpetuándose esa división que evita se le haga frente y pueda ser destruido. Sin duda es una estrategia muy inteligente y eficaz en cuanto a la gente no identifica al gobierno como mero títere del mercado global y ve en él una senda de cambio y prosperidad.

Este ideario desprende un futuro inexistente. No porque realmente no vaya a suceder así, me refiero a que es un futuro inexistente porque no se trata del futuro, sino del presente. Embargos, despidos, aumentos de la violencia y la delincuencia, reformas laborales, recortes del presupuesto público, mayor sensacionalismo en los medios, permanente sentido de alerta, mayor numero de presxs y mayor necesidad de policías y agentes de la autoridad, radicalización de las protestas, criminalización, ilegalización y juicio a movimientos de base, sus medios y representantes, gran empeoramiento de las condiciones laborales...
Cierto es que la crítica sin la alternativa evade toda responsabilidad, y partiendo de que si una persona es capaz, supuestamente, de gobernar a varias, pienso que somos capaces de gobernarnos a nosotrxs mismxs, desde una concepción plenamente horizontal de las personas, tanto a título individual como colectivo, sabiendo responder también por la comunidad, de la que eres parte, repercutiendo sobre ella y sobre ti cualquier acción. El contacto con la naturaleza será directo, desechando el actual sistema de producción industrial, que debe ser destruido en su totalidad. Es cuestión de vida sencilla donde el mayor deseo sea, sencillamente, ser feliz. Lo cierto es que es algo que no quiero escribir, me resulta difícil, lo siento demasiado fuerte como para estructurarlo. Y el hecho de que se exponga a crítica la semántica y no lo que realmente quiero decir me revienta. Asique mejor se charla.

 Deseo con todas mis ganas que esa fiebre tan álgida en Grecia llegue a España para así acabar con el virus que realmente nos está destruyendo.

Tal vez el calor del fuego ayude a que suba el calor de nuestra sangre.

2 comentarios:

La Pecera del Caimán dijo...

Mi más sincera admiración, compañero.
Cuídese

Anónimo dijo...
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